Shepsenuré, hijo, nieto y padre de ladrones de tumbas, está cansado de esa peligrosa vida. Y no quiere que su hijo Nemenhat se tenga que dedicar durante toda su existencia al “negocio” familiar. Por eso cuando encuentra una tumba muy antigua, que nadie recuerda pero que contiene una inmensa cantidad de tesoros, agradece a los dioses que hayan escuchado sus plegarias. Son tantas las riquezas que hay en el mausoleo que les darán de sobra para vivir a él y a su estirpe durante muchos siglos. Pero no es conveniente llamar la atención y por eso desarrolla un plan: sacará lo justo para cubrir las necesidades y se establecerán como artesanos en alguna de las ciudades cercanas para comerciar y prosperar.
En un Egipto donde los faraones están perdiendo su poder y los sacerdotes de los templos son quienes realmente gobiernan, donde la corrupción de los altos funcionarios amenaza con destruir lo poco que queda de la antigua gloria de los poderosos faraones, saquear tumbas es un delito que se paga con la muerte, y por eso nadie debe saber de dónde consiguen obtener sus beneficios.
Shepsenuré sin embargo se juntará con quien no debe y con el paso del tiempo pagará las consecuencias con su propia vida, e incluso pondrá en peligro al resto de su familia. Mientras Nemenhat se enamora, pero su pasado le atormenta y más cuando por circunstancias se ve obligado a volver a profanar tumbas para sobrevivir. Pero el joven tiene un don para dos cosas, una es el saber negociar como nadie y otra es una capacidad que nunca creyó que podría desarrollar: el tiro con arco, un arte que le llevará a ser el tirador del carro del príncipe de Egipto, al que salvará la vida y lo ensalzará a una posición que no quiso nunca, pues tendrá que seguir siendo un guerrero gracias a que se ha ganado la confianza del propio faraón en persona.
Pero Nemenhat no quiere eso, y tal vez tenga que llegar a tomar una medida muy drástica para volver a ser el don nadie que era…
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