En 1950 el ruso Isaac Asimov comenzó a plantear lo que mucha gente haría después en relación a los avances de la tecnología y, más concretamente, de la robótica.
Y lo hizo mediante una serie de relatos en los que se presentan los problemas morales que conlleva la inteligencia artificial, o esa idea de dotar a los seres tecnológicos de tanto poder que alcance, de algún modo, el estado emocional que es propio de los humanos.
Tiene como premisas lo que se consideran las tres leyes de la robótica:
-Un robot no puede dañar a un ser humano o, por su innacción, permitir que un ser humano sufra daño.
-Un robot debe obedecer las órdenes dadas por los seres humanos, excepto si estas órdenes entran en conflico con la primera ley.
-Un robot debe proteger su propia existencia en la medida que esta protección no entre en conflicto con la primera o segunda ley.
Estas tres leyes, traducidas en los relatos de Asimov, no dejan de presentar innumerables paradojas que provienen de la situación del ser humano en la sociedad actual (aún hoy es más aceptable que en los años 50) y los valores que ésta profesa.
Los relatos que componen está maravillosa y premonitoria obra son:
¡Embustero!
¡La fuga!
Atrápame esta liebre
El conflicto inevitable
El robot perdido
La prueba
Razón
Robbie
Sentido giratorio
En 2004 se hizo una película protagonizada por Will Smith con el mismo título, aunque inspirada sólo lejanamente en la obra, con las tres leyes de la robótica como base.
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