Rhoda Gradwyn es una exitosa y temida periodista de investigación, a la que no le importa destrozar la vida de nadie con el fin de publicar sus artículos, que a la edad de cuarenta y siete años siente la necesidad de quitarse una anti estética cicatriz que le atraviesa la cara y que le hizo su padre cuando era pequeña en una de sus borracheras. Rhoda contacta con el doctor George Chandler-Powell para que le opere en su clínica privada, Cheverell Manor, en Dorset, una bonita mansión rediseñada como clínica en un campo aislado lejos de las miradas de todos, un buen lugar para operarse y donde poder descansar después. El doctor Chandler-Powell y su equipo son de lo mejor en cuestión de cirugía estética y él está convencido de poder darle a Rhoda lo que quiere y quitarle esa dichosa cicatriz.
Lo que nuestra protagonista no sabe es que la operación saldrá bien pero ella no saldrá con vida de la clínica. Al día siguiente de su operación Rhoda aparecerá muerta en su habitación. Ahora cada habitante de la mansión será sospechoso del asesinato de Rhoda y el inspector Adam Dagliesh tendrá que indagar en la vida de cada persona que estaba en la mansión la noche de la muerte.
Dagliesh comienza sus interrogatorios, pero nadie ha visto ni oído nada durante la noche, ni siquiera ningún grito proveniente de la habitación. Ante el inspector Dagliesh se abre un abanico de preguntas sin contestar. ¿Quién querría matar a Rhoda? Bueno esa sería una larga lista teniendo en cuenta a la cantidad de gente que había hecho daño con sus artículos, pero ¿quién sabía que estaba en la clínica? Se suponía que nadie tenía que saberlo excepto Robin Boyton.
Para colmo ocurre un segundo crimen. El inspector Dagliesh tendrá que sacar lo mejor de su experiencia para resolver ambos casos.
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