Jean-Baptiste Grenouille es un miserable que causa la muerte de todo aquellos que están junto a él. Ya desde su nacimiento provocó la muerte de su madre quien, acostumbrada a dar a luz a todos sus hijos muertos, se limitó a parirlo y tirarlo a un lado. El bebé comenzó a llorar y a ella la condenaron a la horca. Desde recién nacido el joven tiene un aspecto enfermizo y pálido, pero muestra una cualidad que muy pocos en el ambiente del maloliente lugar en el que nació consideraría un don: posee un sentido del olfato tan fino que es capaz incluso de detectar los olores de las cosas que parecen no tener olor.
Jean-Baptiste solicita los servicios de jóvenes prostitutas tan solo por su olor, algo que le lleva a matarlas y aprender a hacer perfumes para preservar sus aromas. A su paso por los distintos lugares por los que se aloja y tras dejar a la persona con la que ha compartido algo de su tiempo acaba por morir en muy distintas circunstancias. Uno de estos personajes es un perfumista acabado que tuvo la fortuna de fabricar una esencia que lo colocó como el más grande de todo París, pero que se encuentra sin inspiración. El joven de olfato prodigioso trabaja para él y le fabrica perfumes, incluso de memoria, con los que se hace rico, pero al día de salir de la casa el perfumista muere en el derrumbamiento de su morada.
Tras pasar por varios lugares, Jean-Baptiste regresa a París, y ha desarrollado una fragancia cuyos efectos producen en toda la población un frenesí tal que hasta los hombres más respetables y las muchachas más puras se envuelven en una bacanal conjunta de la que al salir del trance le culpan. El joven se da cuenta de que nadie le aprecia por quien es, por lo que decide destapar el bote de la esencia, y en medio de la calle se lo derrama por encima, con un resultado final que tendréis que leer si queréis conocer.
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