Corazón tan blanco. Javier Marías

Nada vuelve del mismo modo en que podría haber sido y no fue. Y lo que hacemos, y lo que ya sabemos, no puede cambiarse. Aunque se intente con todas las fuerzas de la intención. Lo que ya ha pasado, ahí está. Por eso nos gusta tener el corazón blanco, no saber, cuidarnos de esos secretos que nos provocarán juzgar cosas o personas que no queríamos juzgar, no teñirnos de las manchas de la culpa de otros por ser complices sólo por el conocimiento.

Corazón tan blanco es una novela que nos habla de eso. De la culpa, de los resultados de la misma, de vivir esperando no saber para ser felices, de vivir esperando saber porque creemos que así somos más justos. De las decisiones, de los hechos, del azar, de la vida.

«….El día a día es la causa, también porque es lógico y porque nunca lo he hecho, las cosas más decisivas se hacen por lógica y para probarlas, o lo que es lo mismo, porque resultan irremediables.»

Según la lees no sabes hacía donde va. No tienes claro a qué lugar se dirige la historia, hacía donde te llevará. Te embriagan sentimientos de todo tipo pues sabes que sin saberlo serías más feliz pero ¿quién no quiere saberlo? Por eso Javier Marías nos muestra que buscar la verdad y encontrarla puede destrozar vidas, pero lo explica con la inevitable necesidad que el ser humano tiene de saberlo todo. 

El protagonista tiene un padre llamado Ranz  que tuvo casarse tres veces para que él naciera. Se enamora y casa con Luisa. Entre medias aparecen una de sus mejores amigas, Berta, que busca mediante el sexo la ilusión del amor, un enigmático personaje de nombre Bill, una abuela cubana que canturrea, etc. Un batiburrillo de personajes que nos llevan por la línea de una historia basada en la necesidad de no saber y lo imposible de lo mismo. 

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