Los cínicos no sirven para este oficio. Ryszard Kapuscinski.

El autor de libros como Ébano, El Imperio, La guerra del fútbol, El emperador, etc vivió 27 revoluciones y fue condenado 4 veces a pena de muerte. Su trabajo estaba ahí, en lo que vivía, en lo que sentía y en cómo contaba lo que aprendía de la vida. Y de eso va, y lo dice el subtítulo, Los cínicos no sirven para este oficio: “sobre el buen periodismo”.
Ryszard Kapuscinski es polaco, nació en 1932 y murió en 2007 y es considerado uno de los mejores periodistas de la época contemporánea. Los cínicos no sirven para este oficio son dos encuentros y una entrevista con él entre los años 1994 y 1999 y el libro recoge sus enseñanzas, sus experiencias y sus teorías sobre el futuro de los medios de comunicación en el mundo que estamos viviendo. Palabras que a pesar de provenir de hace unos 15 años están más de moda que nunca.
Curioso, observador, dispuesto a escuchar y con una cosa importante y que él considera fundamental para el oficio: la empatía. A su entender para “ser buen periodista hace falta ser buena persona”. En un momento, que ya se alarga más de 10 años, en el que la información ha pasado de instrumento político a instrumento económico, cuando lo que se cuenta está casi siempre mercantilizado y cuando cada vez más el entretenimiento gana a las historias, él ofrece la idea de la existencia permanente y por siempre de la labor más pura del periodista y su futuro reconocimiento: “los lectores acaban reconociendo la calidad de nuestro trabajo y asociándola con nuestro nombre. Ellos son los que deciden, no el director.”
Enseña también que las historias deben estar contadas desde los pequeños detalles, construidas desde abajo, huyendo de los “altos” contactos que probablemente den la visión más sesgada de la situación. En palabras de Ryszard Kapuscinski “hoy día para entender a donde vamos no hace falta fijarse en la política sino en el arte. Siempre ha sido el arte el que, con gran anticipación y claridad ha indicado el rumbo que estaba tomando el mundo y las grandes transformaciones que se preparaban (… ) Es más útil entrar en un museo que hablar con 100 políticos”.

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